Como es evidente
comienza con la ingesta de alcohol, poco a poco se irá incrementando la
cantidad de forma progresiva, de este modo se calcula entre cinco a veinte
años, dependiendo de la persona, para dicha progresión.
Una vez que la persona
ya toma de forma habitual y constante alcohol se pasa a una tolerancia de dicha
bebida, es decir, necesitan cada vez más cantidad para que se puedan notar los
efectos adversos de la sustancia en el organismo de la persona. Estamos hablando
de cantidades considerables de alcohol al día.
La herencia genética
ejerce una influencia importante en el desarrollo del alcoholismo porque
predispone a una persona a reaccionar de un modo específico ante el uso de
alcohol. Sin embargo, esta predisposición genética no es suficiente para
convertirse en alcohólico; hace falta algo más.
Veamos algunos de estos
factores.
Padres alcohólicos
Aparte de la herencia
genética, la influencia familiar se ejerce también a través de su comportamiento
con sus hijos, los valores, las enseñanzas, etc. The Ninth Special Report to the U.S.
Congress on Alcohol and Health (NIAAA 1997) identificó varios aspectos en que
los hijos de alcohólicos difieren de los hijos de no alcohólicos. Los hijos de alcohólicos tienen más probabilidades de padecer trastornos
psicológicos, ya que viven en ambientes familiares más adversos y tienen una respuesta
fisiológica ante el alcohol que implica un mayor riesgo de desarrollar
alcoholismo; en concreto, muestran una menor sensibilidad ante la intoxicación
por alcohol o bien el alcohol tiene en ellos un mayor efecto como reductor de
la ansiedad que en otras personas.
En las familias de
alcohólicos, los hijos no siempre están bien atendidos. Hay más conflictos
familiares, menos supervisión de los hijos y una relación menos estrecha entre
padres e hijos.
Los niños de estas
familias pueden no aprender a regular bien sus emociones y pueden tener problemas
de habilidades sociales, lo que puede aumentar el rechazo por parte de sus
compañeros.
Este rechazo, a su vez, puede dar lugar a que acaben uniéndose a
compañeros con problemas que recurren al
uso de drogas o alcohol.
Estrés ambiental
El estrés y los
problemas pueden empujar a algunas
personas a recurrir al alcohol como un modo de afrontarlos. El apoyo social con
el que cuenten ejerce una influencia importante en estos casos, puesto que
aquellas personas con un alto nivel de estrés pero que cuenta con alguien en
quien apoyarse y que les ayude, tienen menos probabilidades de recurrir al
alcohol.
Motivación para beber
Para que se considere un problema de alcoholismo, se tiene que comenzar a beber grandes cantidades de alcohol y mantener el consumo por un largo periodo. ¿Qué es lo que motiva a las personas a beber de esta manera? Existen varios motivos. Entre los más comunes se encuentran los siguientes:
Reducción del malestar
emocional. Algunas personas beben como un modo de afrontar el estrés y malestar
emocional. Las personas que sienten emociones negativas como ansiedad o
depresión, que piensan que el alcohol les ayudará a sentirse mejor y que
tienden a evitar en vez de afrontar los problemas y el malestar, tienen más
probabilidades de beber para afrontar el estrés.
Aumentar las emociones
positivas. Las personas con altos niveles de búsqueda de sensaciones y aquellas
que piensan que el alcohol aumentará sus emociones positivas, estarán más
motivadas para beber.
Motivos sociales.
Algunas personas beben por motivos sociales, como encajar mejor con su grupo de
amigos o proyectar una determinada imagen social.